Cádiz se me hizo “chica” desde que yo dejé de serlo.
Cualquier horizonte en el que el aire trajera algo más que olor a piedra
ostionera me era suficiente. Centros comerciales, grandes avenidas y, sobre
todo, mentalidades de longitudes semejantes, imposibles en una tierra en la que
el mar impone la limitación de su territorio.
Aire fresco, aunque la polución fuera su principal
ingrediente. Que si Cádiz es la ciudad que sonríe, a veces hay que saber llorar
y desahogarse.
Aire fresco, para aprender a reír con humores diferentes, a
descubrir la innovación de las tradiciones del resto, a maravillarte por la
belleza del sol reflejado en otras playas.
Como quien ha vagado por el desierto, me fui dejando empapar
por la confirmación de lo enriquecedor que resulta beberse las añoranzas. Nada
mejor para el ego que darse una misma la razón, ante verdades desconocidas
sobre las que estabas convencida.
Cuando se está tan sediento, se corre el riesgo de dejar de
estar agradecido por esa proporción de agua que evitó que te deshidrataras. Esa
que, por formar parte de ti desde hace tanto, se tiende a menospreciar.
No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. El buen
“gadita” lo supo de siempre, pero como he afirmado al comenzar, no se me
contabiliza en ese grupo.
Siempre quise irme, siempre sabiendo que volvía a cada poco.
Será por nacer en una tierra a la que rodea el océano, que las sirenas de sus
aguas cantan para traer de vuelta hasta al más descastado de sus vástagos.
Pero esta vez habrá que irse. Irse de verdad. Sin visitas de
fin de semana. Sin billete de vuelta estipulado en el calendario de las
festividades. Como ya hicieron muchos, antes de que la crisis fuera el garabato
al que echarle toda la carne; como están haciendo tantos, desde cualquier punto
de esta vergonzosa nación ocupada por corruptos, carroñeros, sanguijuelas y
chupa culos; a la vez que, irónicamente, es a los ocupas a los que se les trata
como delincuentes.
Y ante esa marcha involuntaria. Ante este exilio al que,
desde las altas esferas, han enseñado, también al pueblo, a motivar a sus
jóvenes preparados; se aprende a echar de menos hasta teniendo al lado.
Se descubre que en pocos sitios las piedras ostioneras
regalan su fragancia, como al entrar por las puertas de tierra. Se aprende que
si hay que llorar, estarán demasiado lejos aquellos cuyas risas te consuelan. Se
valoran hasta los chistes que oíste más de mil veces, porque es diferente la
desidia resultante de saber que también los oirás mañana, al desasosiego no
saber cuándo volverás a hacerlo.
Yo, que como muchos, siempre quise irme, hoy odio a todo el
que me arrebata ese deseo para convertirlo en una imposición.
A todo el que, desde un gobierno local, autonómico, nacional
e, incluso, europeo, me impone un futuro incierto, más caracterizado por una
fusta que por la esperanza, bajo la excusa barata de su ineptitud y, sobre
todo, de su codicia.
Somos una generación formada, que acepta cual borrego su
camino por “La milla verde”. Aceptamos que nos expulsen de nuestro país y de
nuestra ciudad, como lo aceptaron nuestros abuelos. ¿Qué harán las futuras
generaciones que no se han podido financiar unos estudios superiores por las
abusivas tasas?
¿Qué haremos todos los aborregados exiliados-involuntarios
si la situación no cambia?
Di que sí. Exiliados. Y hay muchos responsables con nombres y apellidos. Mira lo que dicen los técnicos de Hacienda,que la Agencia Tributaria "no coopera con el juez" sobre la infanta. Y la Fiscalía saliendo a defender a todos los magnates banqueros y políticos amigos que pasan por el juzgado. Iguales ante la ley dice el Jefe del Estado, para reir y no parar. Lo más ridículo es la cara de corderos degollados que ponen todos. 'No nos constan sobres', 'Pondría la mano en el fuego por Pepe Blanco', 'No volverá a ocurrir', dicen. Voy a reírme un Rato. El futuro de España se está escapando por la T4 y ellos solo se preocupan de su propio culo.
ResponderEliminarGRAN artículo. Me ha gustado muchísimo. Has sabido plasmar totalmente ese sentimiento que nos invade a tantos gaditanos. Qué pena que seamos tan conformistas.
ResponderEliminarYo soy el poder adquisitivo, y no estoy en España. Puedo dar dinero y pagar una renta, un sueldo y ofrecer unas condiciones de vida que necesitas. Sólo tienes que tener esa mentalidad (no moderna) sino actual: si de verdad has buscado en Cádiz "y no hay ná" pues "venta pa'cá!"
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