El Bicentenario de la mentira

Vengo directamente de la calle con la imperiosa necesidad de escribir estas letras porque llevo dos días observando mi ciudad y no sé si estoy en Cádiz o en Guantánamo.

Hace años, cuando vendían el Bicentenario me parecía –inocente de mí- una ocasión perfecta para crear puestos de trabajo, que Cádiz se diera a conocer internacionalmente y en consecuencia se atrajera a un turismo potente. Actualmente me río de mi misma y de mis pajaritos. Como todos sabéis nada de esto se ha cumplido. Ni más trabajo, ni más visitantes ni más dinero para Cádiz. Y como siempre encima de jodidos, apaleados.

El 2012 se ha convertido para Cádiz en un año de locura. Y no precisamente de locura positiva. Hemos pasado un Doce de obras terminadas a toda prisa y mal, instalaciones de monumentos sin sentido, cortes de carreteras y un largo etcétera que no me voy a poner a enumerar porque me puedo llevar aquí hasta mañana.

Hoy mismo he escuchado  –espero de corazón que sea mentira, porque si no me parecería una decisión muy poco acertada- que durante los días que se celebre le archiconocida Cumbre Iberoamericana, los residentes en ciertas zonas del Casco Antiguo no podrán asomarse a los balcones ni subir a las azoteas. Si esta información que me ha llegado es cierta, le dedico al que ha tomado esta decisión unas palabras: yo en mi casa hago lo que me da la real gana y si me quiero asomar al balcón a ver al Rey o a una cabra que pasa por la calle, me asomaré que para eso la estoy pagando con el sudor de mi frente. El año de la libertad dicen.

Aún recuerdo cuando se les llenaba la boca diciendo que el Bicentenario iba a ser cosa de todos porque celebrábamos los doscientos años de la primera Constitución liberal y que sería un acontecimiento histórico. Poco o nada se ha contado con los gaditanos. A mí no me pueden callar la boca con dos exposiciones artísticas y una actuación teatral cutre el 19 de marzo. A mí me la tienen que callar con puestos de trabajo y la mejora de mi ciudad con tiempo, no corriendo y sin tener en cuenta la opinión de los gaditanos.

El año del bicentenario está a punto de acabar, y sinceramente,  con toda la pena del mundo, lo considero un fracaso absoluto. Solo han sabido hacerle la vida imposible al ciudadano con obras, cortes de carreteras, visitas presidenciales, helicópteros pululando por el cielo de la ciudad durante días y furgones policiales cada veinte metros. ¿Y de qué nos sirve esto si no hemos sacado nada bueno? Desgraciadamente nadie se acordará de esto el año que viene. El acontecimiento pasará sin pena ni gloria, y los de siempre muriéndose de asco en una ciudad incapaz de prosperar.

Señores, acaba de pasar por nuestros ojos el Bicentenario de la Mentira. Desgraciadamente Cádiz no puede estar orgullosa de ser la ciudad en la que la han convertido. Habrá que vivir de su maravillosa historia, es el único consuelo que nos queda.

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